Los residuos sólidos del carbón, tradicionalmente llamados cenizas, pueden aprovecharse en la producción de materiales para la construcción, sostiene un estudio de la Universidad del Valle.Gloria Lucia CárdenasEl empleo de las cenizas en la elaboración de cementos y ladrillos, se constituye en una alternativa para evitar el deterioro del medio ambiente.
Si Colombia aprovechara en la industria de la construcción, las 800 mil toneladas de cenizas que desechan anualmente las termoeléctricas del país, se contribuiría a evitar el deterioro del medio ambiente. La utilización de las cenizas en las fábricas de cemento para la producción concreto y ladrillo, evitaría que permanezcan en los depósitos de las termoeléctricas. "Allí son amontonadas y ubicadas al aire libre, lo que es peligroso porque su contacto con el agua, el suelo o el aire, genera graves problemas de contaminación", explica Alejandro Salazar, investigador de la Universidad del Valle, y director del primer estudio realizado en el país sobre el manejo y posibilidades de uso de las cenizas.
Las zonas aledañas a las termoeléctricas que presentan mayor deterioro ambiental se encuentran ubicadas en Paipa, Zipaquirá, Guajira y Tasajero; en estas regiones no existe ningún control técnico para el almacenamiento de los residuos sólidos del carbón.
En países como Inglaterra, Francia, Alemania y Estados Unidos, ya se emplean las cenizas en la producción de cementos. Sin embargo, expresa el investigador, en Colombia este enfoque es nuevo porque hay poco conocimiento sobre las aplicaciones de los residuos de carbón y sus posibilidades de comercialización.
Esa es precisamente la propuesta planteada por la investigación realizada en la Universidad del Valle, para que las empresas de generación eléctrica que funcionan con base en carbón, procesen las cenizas para venderlas posteriormente a las fábricas de materiales para la construcción.
El caso más grave se observó en Termopaipa (Boyacá), donde los depósitos de cenizas fueron ubicados sobre los cauces antiguos del Río Chicamocha. Esto significa que de presentarse una creciente el agua arrastraría las cenizas, inundando la termoeléctrica; esto podría causar a su vez graves daños al lago Sochagota y ocasionar una avalancha de lodo negro que afectaría a la población de Paipa. Otro daño al medio ambiente se presentó en Termoguajira, donde las cenizas -combinadas con agua de mar- fueron arrojadas a la única laguna de agua potable de la región, provocando el deterioro del ecosistema.
En Termotasajero (Norte de Santander), se ubicaron los depósitos de cenizas en un cañón por donde corren los vientos que llegan al pueblo de San Cayetano. Esto ha ocasionado que la pequeña localidad permanezca cubierta de cenizas.
El complejo industrial que ha mostrado más interés por la disposición adecuada de las cenizas es Termozipa (Cundinamarca), ubicada a un margen del Río Bogotá. A partir de la siembra de árboles sobre las cenizas, esta empresa ha evitado que el viento las arrastre a poblaciones aledañas.
"Sin embargo, esa es la solución menos mala, sostiene Alejandro Salazar, porque la empresa no ha resuelto totalmente el problema de la contaminación de las corrientes subterráneas que alimentan al río Bogotá". Esta se produce cuando ciertos compuestos de las cenizas, que han entrado en contacto con las aguas lluvias, penetran en la tierra, afectando la calidad de los recursos hídricos.
Durante la investigación, que agrupó durante año y medio a 25 especialistas de diferentes áreas, se tomaron muestras de las cenizas en cada una de las termoeléctricas. Estas fueron analizadas en diferentes laboratorios, para determinar sus diferentes calidades.
"Después se efectuaron pruebas en una planta piloto para determinar las posibilidades de uso de las cenizas. Posteriormente, con el objetivo de plantear su comercialización, realizamos un estudio sobre mercado y oferta de productos que podrían elaborarse con las cenizas en todo el país", señala el investigador.
A partir de las recomendaciones técnicas se pretende elaborar una legislación que evite el deterioro del medio ambiente, sostiene Alejandro Salazar. Sin embargo, la aplicación de las normas que propone el estudio de la Universidad del Valle, implica una inversión de 76 millones de dólares en 20 años.
Esto permitiría adecuar los terrenos para que sean capaces de soportar las 800 mil toneladas de cenizas que producen al año las termoeléctricas del país.
Una buena disposición de las cenizas, implica colocarlas en terrenos previamente impermeabilizados, con el objetivo de evitar que a partir de su contacto con las aguas lluvias, penetren en la tierra y afecten los recursos hídricos. "Para canalizar estas aguas se construyen algunos vertederos, o acequias, con el propósito de conducirlas a lugares donde puedan ser purificadas" explica Salazar.
Manipular adecuadamente las cenizas significa también poner taludes o pendientes que eviten la acción expansiva del viento; "de aplicarse esta medida, agrega el investigador, se solucionaría el problema de San Cayetano, localidad que, como se dijo anteriormente, permanece cubierta por las cenizas procedentes de la termoeléctrica de Tasajero".
Frente a la necesidad de evitar el deterioro del medio ambiente, el estudio de la Universidad del Valle aporta soluciones viables desde el punto de vista técnico, económico, ambiental y social para hacer uso del 100 por ciento de las cenizas, puntualizó Alejandro Salazar.