En Colombia existen aproximadamente 20.000 casos registrados de lepra, siendo los Santanderes donde se presentan la mayor mayor cantidad de casos.Luz Elena Arbeláez GarcíaAnteriormente, quien no denunciara a los enfermos de lepra, así se tratase de un familiar, incurría en un delito que los conducía hasta la cárcel.
En 1950 se bombardeó el leprosorio de Caño de Loro, para eliminar la enfermedad.
A pesar de lo que muchos pudieran pensar, la lepra no es una enfermedad del pasado. Sigue presente, aunque ya no está marcada por el signo trágico de otros tiempos. En la actualidad, debido a los avances de la medicina, es considerada una enfermedad más, curable con un tratamiento adecuado.
En Colombia existen aproximadamente 20.000 casos registrados de lepra, siendo los Santanderes la zona donde se presenta con mayor frecuencia; les sigue los departamentos de Cundinamarca y el Valle.
El Centro Universitario de Ciencias Sociales y Salud, CEUCSA, dirigido por el profesor Raúl Castro García, de la Universidad del Valle, está realizando una investigación sobre el manejo social de la enfermedad, con el propósito de aportar soluciones a los problemas de salud pública que ésta conlleva. El equipo interdisciplinario está compuesto además, por investigadores de Bucaramanga, Cúcuta, Bogotá, Cali y Brasil.
La lepra es una enfermedad neuro-dermo-oftalmológica que afecta la piel y el sistema nervioso periférico, ocasionando la pérdida de sensibilidad en las zonas del cuerpo que han sido infectadas.
Es producida por la Micobacteria Lepare o Bacilo de Hansen, llamada así ya que fue aislada por el científico Hansen, en 1873, en Noruega, país donde se presentaban muchos casos de la enfermedad.
La Micobacteria Leprae es la más lenta de las micobacterias en cuanto a su reproducción. Por ello, desde la infección hasta la aparición externa de la enfermedad pueden transcurrir hasta 7 años.
Los primeros síntomas consisten en la aparición de manchas en la piel, pérdida de la vellosidad y de la sensibilidad al calor, al frío y a la punción; se produce un cosquilleo permanente en la piel; se caen las cejas; aparecen granos, especialmente en la cara; surgen inflamaciones dolorosas en algunos nervios y se presentan hemorragias nasales injustificadas.
Existen cinco clases de esta enfermedad, que de acuerdo con su gravedad se presentan en el siguiente orden: la lepra tuberculoide, la limítrofe tuberculoide, la indeterminada, la limítrofe lepromatosa y la lepromatosa.
Es esta última la que se constituye en peligro de infección para otras personas, si no se tiene el tratamiento adecuado. Cabe aclarar, que no todas las personas pueden ser infectadas, pues sólo el 5% de la población es susceptible de contagio ante la exposición a la Micobacteria Leprae, y de este porcentaje sólo el 2% desarrolla síntomas visibles y produce la enfermedad.
La forma de contagio de la Micobacteria Leprae, es a través de las vías respiratorias; se ha reconocido que las lesiones cutáneas y secreciones de la mucosa nasal de los pacientes con la variedad lepromatosa son las fuentes de infección. La transmisión es por vía aérea y no mediante contacto sexual, ni por compartir alimentos, como muchas veces se ha creído.
La lepra tampoco es hereditaria, ni necesariamente produce deformidades. Un diagnóstico oportuno y un tratamiento eficiente son importantes para el control y curación de la enfermedad.
Un punto fundamental en el manejo de la lepra es la educación de los pacientes. Ellos deben aprender a proteger las zonas del cuerpo insensibles de manera que no se expongan al calor, ni a elementos cortopunzantes; así mismo deben examinarse constantemente para evitar heridas, que por descuido podrían convertirse en gangrena.
Por tal razón se enviaba a los enfermos a unos pueblos especiales conocidos como leprosorios. En Colombia, eran oficialmente reconocidos Agua de Dios, en Cundinamarca, Contratación, en Santander, y Caño de Loro, en la isla de Tierrabomba, cerca de Cartagena.
La discriminación llegó al extremo de que se emitieron monedas especiales para circular en los leprosorios, pues se creía que el contacto con objetos que allí se hubieran manipulado podría acarrear el contagio.
Igualmente, se implementó un sistema que obligaba a toda persona a delatar cualquier caso de lepra, incluso si el enfermo era un familiar. Si no se llevaba a cabo esta denuncia se incurría en un delito que era castigado con la cárcel.
A los leprosorios se iba para no salir de allí nunca. Ante esta situación algunos llegaban con un pariente que los acompañaría en su exilio obligatorio. Sólo hasta la década de los 50 se descubrió la curación de la lepra, un tratamiento efectivo con base en la dapsona.
En Colombia, en el año de 1961 se cerraron los leprosorios y se conviertieron en municipios. Tales fueron los casos de Agua de Dios y Contratación; sin embargo, no sucedió lo mismo con Caño de Loro, el cual después de clausurado, hacia 1950, fue bombardeado para erradicar cualquier huella que permaneciera allí de la lepra.
Aproximadamente entre los años 1961 y 1977 se realizó en Colombia el llamado "programa vertical", que consistió en la creación de grupo de especialistas dedicados a detectar a personas leprosas con el propósito de suministrarles el medicamento adecuado. No obstante, la discriminación sigue presentándose, en gran medida por la ingnorancia que había y que aún hoy persiste frente a este tema.