Ciencia al día


Migración indígena

DESTINO: LA CIUDAD

La comunidad inga es una de las más representativas del país; se establecieron en el territorio colombiano desde antes de la llegada de los españoles. Hoy en día se ven en las grandes ciudades luchando por mantener vivas sus tradiciones a pesar de la influencia de su nuevo lugar de vivienda.

La cultura inga gira en torno a la mujer, pues
ella es la encargada de transmitir las costumbres
de la etnia a sus hijos.

Los jóvenes casaderos tienen que viajar anualmente, tres días antes del miércoles de ceniza, hasta el lugar de donde vinieron sus antepasados sólo con la intención de buscar esposa, pues sus "paisanas" más cercanas no se fijan en ellos como posibles maridos.

Según las creencias de este mismo pueblo, en el periodo de lactancia se le debe dar menos leche a la niña que al niño, pues la leche materna estimula el gusto por el sexo opuesto. De esta manera se evita que a las futuras jovencitas "se les despierte la naturaleza" y el gusto excesivo por los hombres.

Ellos son los inga. Podemos verlos por las calles de las principales ciudades colombianas vendiendo amuletos para la buena suerte, contras para el "mal de ojo", hierbas medicinales, riegos para conseguir trabajo o pócimas para mantener al ser amado, razón por la cual ostentan fama de curanderos, no solo del alma sino también del cuerpo.

Esta comunidad indígena es descendiente de los antiguos incas peruanos. Su presencia en el territorio colombiano data desde poco antes de la llegada de los conquistadores españoles. Su asentamiento en la región del Alto Putumayo se puede ubicar entre el 1500 y 1520 después de Cristo.

Despúes de los paeces y los guajiros, son la tercera etnia indígena más grande del país. Su sitio de residencia permanente es el municipio de Santiago, en el departamento de Putumayo, pero hoy en día sus casi 12000 miembros están dispersos por todo el país En el suroccidente colombiano los podemos encontrar en las ciudades de Pasto, Popayán, Cali, Palmira, Buga, Tuluá y Buenaventura.

A pesar de ser una cultura tan representativa en el país, es muy poco lo que se sabe con respecto a ella. Por esta razón el antropólogo Rubén Darío Guevara Corral , magister en salud pública y profesor titular del Departamento de historia de la Universidad del Valle realizó una investigación con mujeres de la etnia inga residentes en esta región del país.

El estudio se basó fundamentalmente en la mujer, debido a que la cultura del grupo gira en torno a ella, siendo la encargada de trasmitir las costumbres de la etnia a sus hijos.

Precisamente la reproducción es un papel primordial para la mujer, pues su feminidad, su razón de ser mujer reside en la maternidad; mientras más hijos tenga, más mujer es.

Los censos efectuados en todo el territorio nacional demostraron que la inga es la comunidad indígena que más hijos tiene por mujer en edad reproductiva: un promedio de 10; todavía a los 40 años la mujer sigue teniendo hijos.

Lo bueno, lo malo y...

En los últimos 40 años , la comunidad inga ha abandonado su territorio y se ha establecido en las grandes ciudades, en busca de otras condiciones de vida para ellos y su familia; en Cali se han establecido 27 familias , principalmente en las zonas más deprimidas.

Este choque de costumbres, ha traído, según el antropólogo Guevara, importantes cambios para la cultura inga. Por ejemplo, se presenta un alto porcentaje de analfabetismo entre niños y jóvenes, cosa que no ocurría mientras la comunidad vivía en el Putumayo. Quienes llegaron directamente de esta región saben leer y escribir, y la mayoría cuenta con educación primaria completa; pero sus hijos no corren con la misma suerte.

Las reglas de juego han cambiado y los niños deben ingresar al mundo laboral desde muy temprana edad, por eso es muy común ver menores de 5 años en los puestos de ventas ambulantes junto a sus padres. Por su parte, las niñas son más útiles en sus casas, ayudando a su mamá en los oficios domésticos. Debido a estas razones, la educación ha pasado a un segundo plano.

Otro aspecto que ha cambiado es el de la relación de pareja. Comúnmente, antes de los 17 años la mujer ingá ya ha definido esta situación a través de un matrimonio católico, reconocido y aceptado por toda la sociedad, con un miembro de su misma raza.

En la ciudad, las jovencitas no siguen la misma tradición de su madre o sus hermanas mayores, pues se unen a su pareja en una relación de hecho, ya sea con un "paisano" (miembro de su misma etnia), o con un "particular", es decir alguien ajeno a ella. En el primer caso la comunidad lo acepta a regañadientes; pero si pasa lo segundo hay un rechazo total.

De acuerdo con el investigador, el hecho de que la joven inga busque pareja en otra etnia se debe a que en esta comunidad el hombre maltrata a la mujer y la resignación de ella es total; sin embargo, aquellas que nacen en la ciudad no aceptan esa conducta.

Las mujeres nacidas y criadas en la ciudad se han insertado en la economía de trabajo, no como mano de obra, sino dedicadas al mercado, compitiendo con el hombre en este campo. Poco a poco han ganado este espacio, contribuyen económicamente al sustento de su familia y ya no son tan dependientes de sus maridos.

También han logrado un reconocimiento, pues muchas mujeres de la ciudad acuden a ellas para que les ayude a resolver sus problemas de salud, económicos y hasta sentimentales, gracias a su conocimiento ancestral.

Los resultados completos de la investigación realizada por el antropólogo Guevara Corral serán publicados en el libro "La mujer Inga: Proyección histórica, genérica y de identidad cultural", financiado por Colciencias y la Fundación para la Investigación y la Cultura, FICA, de Bogotá.


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