Semana Santa

UN TIEMPO DE MUERTE BIEN VIVIDO

La Semana Santa se concibió como el tiempo de reflexión espiritual de un pueblo. Sin embargo, una economía utilitarista y placentera ha desviado este concepto, lo que le impide al hombre encontrarse y reconciliarse consigo mismo.

Ilustración de Rev. Semana


Adriana María Ochoa O.
Agencia AUPEC. 08-04-1998

Cuando se habla de rituales, automáticamente asociamos esta palabra con el aspecto religioso. Sin embargo, este conjunto de costumbres siempre han acompañado al ser humano en todas las etapas de su vida, independiente de la religión; se siguen rituales al nacer, al crecer, al levantarnos por la mañana, al terminar el día, al relacionarnos con nuestra familia y la sociedad, y hasta en el momento de la muerte.

Por estos días, el mundo cristiano celebra una de sus fechas más importantes: la Semana Santa, en la que se conmemora y recuerdan los últimos días de Jesús en la Tierra, así como su pasión, muerte y resurrección. Según la fe, todo esto le permitió al ser humano liberarse de la esclavitud del pecado y tener la oportunidad de acceder a la vida eterna, junto a Dios.

Precisamente esta fecha y todo el contexto que le rodea, despierta en las personas un fervor religioso, matizado por una serie de costumbres a los que muchos consideran como rituales. ¿Pero qué encierra todo esto desde el punto de vista sociológico, psicológico y antropológico?

De acuerdo con el Sacerdote Jorge Humberto Cadavid Morales, miembro de la Comunidad Jesuita, Capellán de la Universidad del Valle y quien cuenta con una Licenciatura en Humanidades y Filosofia, de la Pontifica Universidad  Javeriana y estudios de Teología, en la Universidad de San Buenaventura, ambas en Bogotá, Colombia, no es lo mismo hablar de rituales que de liturgia.

La liturgia es la manifestación pública de la fe de una comunidad en algo que cree , a través de determinadas acciones o actividades. Pero cuando se vive de "labios para afuera", sin conocerla plenamente, interiorizarla, asimilarla, sentirla ni apreciarla, se convierte en un ritual.

Los rituales son cuestiones mecánicas con algunos simbolismos, pero sin ningún contenido ni influencia en la vida de las personas que los practican.


Ilustración de Rev. Credencial

"Eso puede pasar en cualquier religión,  no solamente en la católica. Un equívoco muy grande es pensar que la iglesia la hacen unas personas y no toda la comunidad. Es ella quien debe practicar la liturgia de una manera adecuada, vivirla y sentirla; cuando esto es así, los rituales pasan a un segundo término", afirma Cadavid Morales.

¿Una cultura de sufrimiento y muerte?

Según el religioso parece ser que la nuestra es una cultura de muerte, dolor y sufrimiento, en la que al ser humano no le impresionan las cosas positivas.

Se debe tener en claro que el centro de la Semana Santa es la muerte, pero con una finalidad, con un objetivo; es una muerte necesaria para resucitar y vivir.

"Sin embargo, la gente, gracias a la cultura en la que nos desenvolvemos, se queda en la muerte como tal, no da el siguiente paso, el de la resurrección. Es decir que no quiere cambiar ni aceptar  una vida nueva; predomina  el pecado original, la tendencia negativa del ser humano a pesar de que tiene la posibilidad de mejores oportunidades".

Ir de rodillas hasta la iglesia más lejanas, flagelarse, coronarse de espinas y revivir en carne propia el Viacrucis,  tiene que ver más con lo sociológico y antropológico del ser humano que con lo religioso.  Lógicamente los aspectos religiosos contribuyen a acrecentar esta tendencia al dolor, tan presente en los hombres,  es un colectivo social de dolor y sufrimiento.

Cuando un individuo hace algo que le involucre un castigo siente cierto agrado al satisfacer su tendencia masoquista; su sentimiento de culpa le hace creer que esa es la mejor forma de aliviar su conciencia.


Ilustración de Rev. Credencial

De igual manera, Morales Cadavid manifiesta que la iglesia y la religión, no por el contenido de su propia fe y de su misma doctrina, sino por la forma en que algunos de los predicadores fueron evangelizados, hizo mucho hincapié en el dolor redentor y eso impregnó a la población, quienes ya venían con todo ese contexto, desde el punto  de vista antropológico.

Es decir que la unión de lo antropológico con lo religioso permitió que el fenómeno se diera con más fuerza. La gente se siente tan cercana al dolor y al sufrimiento que precisamente las mejores campañas sociales son las que están encaminadas a aliviar el dolor y el sufrimiento de las personas. Allí se vuelven solidarios los seres humanos, pero en otros sentidos como la ciencia, la técnica o el progreso, no hay solidaridad porque no implica sufrimiento y dolor.

Según Morales Cadavid, los arrrepentimientos, el perdón de las ofensas, las promesas de empezar una nueva vida y sentimientos similares no son más que necesidades de desahogo de los seres humanos, canalizadas por la religión. Sin embargo, este mismo fenómeno se da en otras fechas diferentes consideradas "civiles", como el 31 de diciembre, lo que demuestra que en el ser humano existen sentimientos que ciertas circunstancias sociales, comunitarias o religiosas ayudan a que se polaricen.

Un verdadero sentido

El sacerdote afirma además que la Semana Santa ha sido muy mal interpretada, empezando por las leyes civiles y la forma cómo se aplica la legislación.

No se ha tomado en cuenta que el sentido de un pueblo es integral, y que por el contrario se ha dividido al ser humano en una parte civil, política y religiosa. No hay una concordancia de lo uno con lo otro.

La Semana Santa se concibió como el tiempo de reflexión espiritual de un pueblo. Sin embargo, una economía utilitarista y placentera ha desviado este concepto, lo que le impide al hombre encontrarse y reconciliarse consigo mismo.


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