¿UNA CIENCIA SIN LÍMITES?
Con el avance de la actividad científica en los últimos años, y tomando como ejemplo la investigación sobre el genoma humano, científicos de Iberoamérica reflexionan sobre el aspecto ético que debe haber detrás de estos desarrollos.

Foto de Fronteras

Grupo de cromosomas humanos, cuya información genética podría manipularse para el control de numerosas enfermedades.

AGENCIA AUPEC.

Actualmente se desarrollan proyectos de investigación concernientes al genoma humano, de los cuales el más conocido es el que adelanta el Instituto Nacional de Salud (INS), de Estados Unidos. Estas investigaciones de avanzada han abierto numerosas posibilidades de aplicación en el área de la salud, de lo que se destaca la “terapia génica” , que no es otra cosa que reparar algunas secuencias genéticas defectuosas o incorporar las faltantes, responsables de algunas enfermedades, lo que garantizaría la cura definitiva de la mayoría de estos males.

Con esta aplicación, que genera expectativas económicas de grandes proporciones, se ha vislumbrado la posibilidad de patentar secuencias del genoma humano, clave de esta nueva terapia “milagro”.

Alrededor de este tema, surgen las inquietudes éticas y morales, puesto que lleva implícito la apropiación de la esencia misma de la vida con fines comerciales. Por esta razón, los debates y manifestaciones de la sociedad sobre esta situación son innumerables.

Durante el Seminario Internacional “Nuevas formas de apropiación del conocimiento”, realizado en Cali, Colombia, se plantearon posiciones frente a este hecho. Salvador Bergel, Investigador de la Universidad de Buenos Aires, dice que el patentamiento del genoma  es un tema de orden público, porque se corre con el riesgo de que en esta clase de investigaciones primen los intereses particulares sobre los sociales.

En este punto Bergel resalta también la responsabilidad social de los científicos, quienes pueden estar influenciados por los financiadores o políticos, y actuar de manera desligada de los intereses sociales.

Surge entonces la pregunta de cuáles son los principios éticos que deben regir a los investigadores que tienen en sus manos el destino del hombre como ser humano, o como una cosa. En la labor desenfrenada de la actividad científica, con qué elementos de valor se dice quien tiene la razón.

Por su parte María Teresa Santander, Doctora en Filosofía, con orientación en Ciencia, Tecnología y Sociedad, investigadora de la Universidad de Santiago de Chile, expone que la investigación no debe estar centrada en los laboratorios, aislada de la participación social, porque es necesario velar por los derechos colectivos y más cuando el derecho a la libertad de la investigación científica toca aspectos fundamentales de la dignidad humana.

“El problema no es desarrollar la actividad científica, sino en la aplicación posterior de lo que se obtiene”, dice Santander.

Foto de Fronteras

Trabajo en el laboratorio con ADN, ácido dexosirribonucleico, donde está la información que se transmite por herencia y determina las características de un ser vivo.

Que la sociedad participe

Cuando se habla de la actividad científica y la orientación que ésta debe tener, siempre se menciona la importancia de la participación pública, pero  esto poco se cumple.

De acuerdo con Lucía Arteaga, investigadora de la Universidad Nacional de Colombia, la ciencia es una fuerza decisiva en el desarrollo de los países, pero en el concepto de cliente de la investigación o usuario,  además de incluirse como benefactor se debe tener en cuenta para orientar las decisiones que conciernen estos temas.

Oliver Todt, investigador de la Unión Europea en aspectos éticos de  la biotecnología, quien habló sobre el control público del desarrollo tecnológico en Europa, menciona que en este continente la sociedad civil es fuerte y rechaza las tecnologías que no considera convenientes como ha ocurrido con la energía nuclear, cuestionada por su poca seguridad.

“Es importante que la sociedad ayude a decidir sobre que ciencia debe desarrollarse y que tecnología debe aplicarse”, dice Todt.

Entre las formas de participación social, Todt destaca la presión a través de las Organizaciones No Gubernamentales, los medios de comunicación, los debates públicos, la participación directa en los órganos donde se toman las decisiones y los procesos judiciales.

Mientras que María Teresa Santander considera que en este aspecto es indispensable la educación sobre ciencia y tecnología desde la formación primaria, porque de esta manera se crea más fácilmente una capacidad crítica frente a estos temas.

Los investigadores coinciden en afirmar que ante todo la ciencia debe velar por el bien común, partir de intereses sociales y garantizar la calidad de vida de toda la humanidad.
 


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