Héctor ya no mueve su cuerpo al ritmo de los tambores y la marimba. El currulao, danza representativa de su cultura , ha perdido significado para él, quien prefiere escuchar y bailar ritmos modernos como el rap y la música tecno. Algunos jóvenes afrocolombianos, están perdiendo interés por su cultura tradicional, influenciados por la vida moderna.
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Los jóvenes de las Culturas Afrocolombianas del Pacífico ya no quieren vivir en los lugares próximos a los ríos, como tradicionalmente sus antepasados lo han hecho para la explotación de los recursos, pues prefieren radicarse en las ciudades, como Buenaventura y Cali. |
En la cultura afrocolombiana del Pacífico, una de las más ricas y peculiares que existen en el territorio nacional y labrada por varios siglos de historia, aparecen tendencias que ponen en peligro su continuidad.
Los jóvenes, por ejemplo, ya no quieren vivir en los lugares próximos a los ríos, como tradicionalmente sus antepasados lo han hecho para la explotación de los recursos, pues prefieren radicarse en las ciudades, como Buenaventura y Cali.
La música moderna les llena los oídos, la televisión les enseña otros mundos, les crea nuevas necesidades sugiriéndoles una vida citadina llena de diversión y confort. Por ello se sienten estimulados a conseguir dinero para adquirir la música, la ropa y demás objetos deseados.
Estas consideraciones hacen parte de una investigación realizada por el historiador Mario Diego Romero, de la Universidad del Valle, quien estudiando acerca de la forma como la población afrocolombiana ha resistido la influencia de diversas culturas, encontró otra realidad.
“No todos están abandonando sus territorios y su cultura tradicional. Pero este fenómeno de cambio de cultura de los jóvenes, provoca en alguna medida, desintegración social, deterioro de las estructuras familiares extendidas y de otros rasgos propios de su tradición cultural”, expone Mario Diego Romero, a partir de sus investigaciones sobre las sociedades negras en la costa Pacífica.
Existen lugares en donde no se encuentra una marimba, porque quien fabricaba o interpretaba este instrumento musical, ha muerto y ya no hay quien siga sus pasos. A pesar de todo hay un esfuerzo por conservar las tradiciones; algunos grupos comunitarios están trabajando en este sentido.
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La tecnología debe llegar pero ofreciendo mejores alternativas en salud, en educación, en desarrollo de infraestructuras para servicios públicos. |
La tecnología y la inversión privada también inciden en la transformación de las condiciones de vida de estas comunidades. Es el caso, por ejemplo, de las empresas que explotan madera y contratan a los pobladores para realizar el trabajo. En principio, parece que esto beneficia a la comunidad pero los resultados demuestran lo contrario.
“Un individuo llega con una sierra para la explotación maderera. Siendo este un recurso rico se espera que la comunidad resulte beneficiada. Sin embargo las condiciones para el nativo son supremamente desventajosas, porque en últimas, quien obtiene todas las ganancias es el dueño de la sierra y los nativos se quedan con una mínima parte y con un desierto”, explica el investigador Diego Romero.
En estos casos, la relación de trabajo empieza a estar mediada por el capital, donde una mínima parte de la población se ve favorecida, al tener la posibilidad de comprar electrodomésticos o un motor para la lancha.
De esta manera lo que se hace es desproporcionar los ingresos de la comunidad generando desigualdades y riñas. Y lo peor es que quienes resultan beneficiados, lo están sólo temporalmente, mientras se agota el recurso natural. Luego los dueños de las tecnologías se van a otro territorio, dejando a la comunidad con problemas internos, por las desigualdades económicas y además con desastres ecológicos.
“En últimas se han cambiado las dinámicas que la gente traía. Pero no estoy planteando que no deba entrar la tecnología, la inversión, el capital privado. Es necesario que lo haga, eso si, con unas relaciones diferentes que no desbaraten los sistemas sociales de estos grupos, pues es un costo muy alto para las comunidades a cambio de unos cuantos pesos”, sostiene Diego Romero.
La tecnología debe llegar pero ofreciendo mejores alternativas en salud, en educación, en desarrollo de infraestructuras para servicios públicos y que sean extendidos hacia toda la comunidad y no beneficiando a unos pocos, ni vulnerando los ecosistemas de la región. Esta población requiere un cambio en sus condiciones de vida, pues se resiste a continuar marginada, máximo cuando aporta con la riqueza de sus territorios y con su trabajo, beneficios económicos para todo el país.
Foto de Rev. Positiva |
Se está trabajando en la aplicación de la ley 70 de 1993, que reconoce los derechos de las comunidades sobre los territorios que habitan y trabajan. |
Sin embargo hay que resaltar que el estado colombiano se ha interesado en apoyar las iniciativas que apuntan hacia la conservación de estas comunidades y hacia el mejoramiento de su calidad de vida. Se está trabajando en la aplicación de la ley 70 de 1993, que reconoce los derechos de las comunidades sobre los territorios que habitan y trabajan. De esta manera se adjudicarán jurídicamente los territorios a las comunidades, mediante titulación colectiva.
Esta ley ubica a
Colombia en una situación especial, con relación a América
Latina. Aunque en otros países, las comunidades negras tienen también
sus procesos de recuperación de sus derechos, los reconocimientos
han sido principalmente en términos culturales.
Para la titulación
colectiva, las comunidades deben demostrar que históricamente han
trabajado sobre los territorios. En ello trabajan las mismas comunidades
con sus organizaciones y algunos académicos como por ejemplo el
mismo Diego Romero, buscando aclarar estos procesos.
Aunque aún falta mucho por hacer, por el Pacífico colombiano, esta iniciativa del estado representa un avance. Sin embargo, el mayor reconocimiento, lo merecen los afrocolombianos por su resistencia para mantenerse como comunidad, pese a las condiciones precarias en las que se han desarrollado.
La tradición cultural de estas comunidades, que representa su mayor riqueza, merece ser rescatada para que jóvenes como Héctor se sientan orgullosos y puedan escuchar música moderna sin dejar de lado su herencia folckórica.
Contacto: Historiador Mario Diego Romero, Profesor de la Universidad del Valle. Teléfono: 923334924
Para mayor información acerca del tema tratado en este artículo, escríbanos a aupec@mafalda.univalle.edu.co
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