UNA CIENCIA MÁS HUMANA

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Los expertos son un grupo de interés, con intereses legítimos pero que necesariamente no coinciden con los intereses de otros grupos sociales.

AGENCIA AUPEC noviembre de 1998

A finales de los 60 y principios de los 70, los agricultores británicos protestan por el uso de ciertos herbicidas como el Agente Naranja, diciendo que era perjudicial para la salud; el gobierno designa una comisión de expertos, fundamentalmente toxicólogos para estudiar el asunto.

Ellos hacen sus actividades habituales en la producción de conocimiento experto, es decir, se reúnen, hacen pruebas de laboratorio, consultas de datos, monografías, y concluyen que los herbicidas denunciados no eran nocivos para la salud y que las denuncias de los agricultores eran mero conocimiento asistemático, anecdótico, eran opiniones sesgadas de personas que no debían ser tenidas en cuenta en el desvelamiento de la verdad por parte del método científico.

¿Qué ocurrió? Los agricultores no estaban obviamente de acuerdo, constituyeron un grupo de presión y presentaron un dossier más grueso de casos de daño y efectos nocivos para la salud; se vuelve a reunir la comisión de expertos y vuelven a llegar a las mismas conclusiones, los herbicidas anunciados no son nocivos para la salud, pero añaden una pequeña coletilla, que resulta ser muy ilustrativa, siempre que “se usen de modo correcto”.

Los verdaderos expertos acerca del modo real de utilización de estos herbicidas eran los agricultores y no los toxicólogos, pues trabajaban en condiciones ambientales desfavorables sin equipo de protección adecuado. Sin embargo, los toxicólogos no consultaron, no se apropiaron del conocimiento popular local de los agricultores, lo despreciaron.

Para que cada vez se presenten menos situaciones como esta, donde la comunidad no es tenida en cuenta para los desarrollos científico-técnicos, está tomando fuerza el área conocida como CTS, Ciencia, Tecnología y Sociedad, que busca el involucre de los actores sociales a este tipo de  actividades.

Estuvo de visita en la Universidad del Valle, el experto español José Antonio López Cerezo, Doctor en Filosofía y Profesor Titular de Lógica y Filosofía de la Ciencia, de la Universidad de Oviedo, España, quien hizo comentarios acerca de este tema.

“Los expertos tienen que ser un poco más humildes, también deben reconocer que tienen cosas que aprender a la hora de resolver problemas, que no pueden ser abordados de un modo simplista, por medio de la aplicación mecánica de un método”, dice.

Es muy importante la activación de la participación publica, es decir, que los ciudadanos tengan un papel que jugar en la toma de decisiones, en la regulación del campo científico y tecnológico. Pero también debe haber una apropiación científico-técnica del conocimiento social, puesto que en nuestros días la complejidad de los problemas al que debe hacerle frente el conocimiento experto contemporáneo hace que el conocimiento popular local se vuelva un recurso muy valioso, para abordar y reducir esa complejidad.

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La participación pública confiere legitimidad política a la actividad científica y tecnológica.

La situación debe cambiar

Existen numerosos casos de ineficacia técnica de la aplicación  del conocimiento experto, precisamente por la visión reduccionista de los problemas sociales que resulta de no tener adecuadamente en cuenta esa realidad social, esa visión de usuarios y receptores de los productos que ellos deben desarrollar.

En ese orden de ideas, los expertos deben ser una conciencia externa más que los que hacen el trabajo de laboratorio.  Ellos deben estar ahí y tener un papel fundamental, pero no deben ser los únicos que estén cuando se trata de tomar las decisiones, no deben tener el peso mayor.

Cuando se trata de abordar un problema complejo relacionado por ejemplo con la gestión de residuos o políticas agropecuarias, o problemas relacionados con la mejora de la red vial, los expertos son necesarios para obtener datos, pero la aplicación de ese método no nos va a proporcionar una respuesta a un problema político, porque en el caso de la red vial hay otros componentes, valores e intereses, que no son cuantificables, por ejemplo lo que tiene que ver con la comunidad, el bienestar social, el mejoramiento de la vida colectiva.

Con este trabajo conjunto se pueden tomar las decisiones políticas, pero que no recaigan solo sobre la opinión de los expertos.


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Muchas tecnologías demuestran ser ineficientes, simplemente porque se descuida el aspecto social, el relacionado con los usuarios y consumidores de la tecnología

Desmitificar la ciencia

Hay una cierta aureola pública relacionada con el prestigio tradicional que ha rodeado a la ciencia y la tecnología, que hace que estos grupos, que en últimas son una minoría, tengan peso a la hora de decidir cuáles son las políticas de inversión y dinámica de eses sistema del que hacen parte.

“Creo que ese prestigio y ese peso, esa inercia tradicional, está afectando grandemente la participación pública y el mejoramiento público de muchos sistemas y prácticas tecnológicas, tiende a oscurecer otros factores sociales que deben también ser tenidos en cuenta”, explica López Cerezo.

La comunicación de la ciencia hace un flaco servicio a la participación publica en el sentido que sigue mostrando una imagen irreal de la ciencia, como una empresa objetiva de acumulación de conocimiento, siendo la ciencia tan importante como es, es también una ciencia incierta y es también una ciencia con servidumbres valorativas, es algo que debería ser mostrado y tener en cuenta por políticos y receptores de la ciencia.

Ha llegado un momento en el cual esa fe desmesurada en la ciencia es más perjudicial que beneficiosa para la sociedad y para la ciencia misma porque la opinión pública está recibiendo una imagen ambivalente y esquizofrénica de la ciencia del mundo contemporáneo: por un lado se le dice a la opinión publica que la ciencia es una empresa objetiva de producción de verdades, pero por otro lado se lee constantemente en los medios que está a apunto de descubrirse un remedio para determinado tipo de cáncer o miles enfermedades y resulta no llegar nunca, y no solo eso, pues en los medios es frecuente encontrar a expertos discutiendo porque el conocimiento científico se ha convertido en la tarjeta de visita para adquirir credibilidad social.

Ante todo la educación

De acuerdo con López Cerezo hay que hacer un gran esfuerzo en la formación, es decir, en el acercamiento de la ciencia y la sociedad. En este sentido es muy importante el tema de las reformas en la educación, escuelas y universidades, y los cambios en los sistemas y estilos en comunicación de la ciencia.

“Creo que seguir presentando la ciencia como una actividad de prodigios no  suena para la sociedad ni para la ciencia, mostrarla como un conjunto de datos espectaculares donde solamente cabe el asombro , donde se ocultan valores , intereses etc, es algo que contribuye a aumentar la distancia entre ciencia y sociedad”, dice.

En la reforma de la enseñanza de las ciencias se debe tener en cuenta los aspectos sociales. Se han realizado ya estudios de programas educativos donde se incorporan estas reformas. En los EEUU se han realizado estudios cuantitativos que han demostrado que esta inclusión de los aspectos sociales en la enseñanza de la ciencia no sólo no dificulta la formación de vocación  científica sino que estimula la formación de vocación científica, lo cual es muy importante para los países iberoamericanos que necesitan de tanto desarrollo científico técnico. De acuerdo con López Cerezo, quizás tengamos un poco más de ciencia si le inyectamos un poquito de sociedad a la que tenemos.

“Esa es la idea, estimular la vocación por la ciencia mostrando a los escolares  que es algo familiar, algo próximo a ellos, algo que tiene aspectos aspectos  sociales, económicos, y que no se limita a un conjunto de fórmulas y teorías que memorizar. Yo creo que esto es muy importante también, el estimulo por la vocación por la ciencia; la ciencia realmente  es muy importante, lo que no podemos es colocarla en un altar que no corresponde”, dice López Cerezo.

En esto tiene un papel muy importante que jugar el comunicador científico, en el sentido de mostrar la ciencia como una empresa social, como un proceso desde luego muy valioso pero vinculado a intereses políticos, económicos y de obtención del conocimiento.

 En esa misma medida, en la que se humanice la ciencia, se conceptualice la ciencia al acercarla a la sociedad, la sociedad la vivirá también como más próxima y la adaptará a sus problemas, situaciones personales , familiares y locales y en esa misma medida se le devuelve un cierto protagonismo a los receptores de ese conocimiento, pues la investigación científica actual anda un poco a espaldas de las necesidades sociales.

Contacto: José Antonio López Cerezo, Doctor en Filosofía y Profesor Titular de Lógica y Filosofía                de la Ciencia, de la Universidad de Oviedo, España.     E-mail: cerezo@pinon.ccu.uniovi.es


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