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Cali, Colombia
noviembre de
2001
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EL ABORTO: UN DELITO DE MUJERES Qué pasa por la cabeza y el corazón de las personas, después de frenar un embarazo.
Adriana Mildred Pérez
Tres por cuatro metros de encierro. En una esquina, las astas del ventilador insisten en sofocar el calor, sin resultado. La desnudez de dos cuerpos se descubre gracias a la tenue luz que se filtra caprichosamente por la ventana. Antonio camina hacia el baño. Ella quiere decírselo pero se arrepiente. Él le parece tan torpe, que es imposible verlo en el plan de educar a un hijo. No debe saber nada; para él un embarazo es problema de mujeres y por ello deben cuidarse. Lina se levanta y camina hasta la puerta del baño para darle un beso con el que marca su silencio. Con el paso de los días, las jaquecas y el malestar son cada vez más insoportables. La mamá de Lina empieza a sospechar. Después de estar sentada alrededor de dos horas frente al teléfono de su casa, Lina decide llamar a Antonio. Necesita alivianar su carga, entregándole una parte. Antonio escucha todo sin pronunciar palabra, hasta que los labios dejan escapar su sentencia: “tienes que abortar” La idea de terminar con esta tragedia de una vez por todas, empieza a darle vueltas en la cabeza. Es probable que Lina se enliste en las filas de las 3 millones de personas en Latinoamérica que se practican un aborto inducido anualmente. Siente miedo cuando piensa en su madre; peor aún, lo que haría si se enterara de que su inocente hija a la que nunca se le conoció un novio, se las arreglaba para escaparse del colegio con un fulano al que apenas conocía hacía dos meses. Toda la clase hablaría de ella. Las vecinas murmurarían en las tiendas y en las esquinas en un corrillo de brujas. Todos se saciarían con su sufrimiento hasta hartarse. Un aborto, ¿porqué no? Podía ser la solución mas rápida y definitiva; pero por otro lado, de hacerlo, ¿qué riesgos podría correr? Cuánto dolería. Y lo más difícil... Cómo y cuándo se lo perdonaría Dios La sangre corre a prisa, se concentra en la superficie del rostro y empieza a calentarlo. Los ojos enmarcados en sus profundas cuencas, tratan de huir. Lina no puede moverse, escucha atenta a su profesor que por coincidencia no ha dejado de mirarla “ Un hijo es un producto de una relación de pareja, es una responsabilidad de ambos, por eso...”. Por un instante se cree descubierta, pero suena el timbre del descanso y la salva la campana. Desconectada de la clase, exiliada en un extremo del patio del colegio, se refugia en sus pensamientos. Es el colmo que este allí, sentada, partiéndose la cabeza en pedazos buscando una solución, y Antonio en su casa, tan tranquilo, ajeno a este problema. Lina quiere desahogarse. Observando a Claudia, puede verse a sí misma ante un espejo. Hace tres años ella se practicó un aborto y Lina, por prudencia, no la interrogó. El lío en que se ha metido Lina es más común de lo que parece. Apenas comenzaba el 2000 en Cali, cuando 14 investigadoras de la Universidad del Valle, de la Secretaría de Salud del Valle del Cauca y organizaciones no gubernamentales; entre ellas la médica familiar y sexóloga Liliana Arias, emprendieron el proyecto de investigación: El embarazo interrumpido voluntariamente, una paradoja en la decisión de procrear. La investigación coordinada por la trabajadora social Nohra Caballero, Especialista en Sistemas Familiares y Magíster en Comunicación y Diseño, trabajó a partir de unas historias de caso que incluyeron a 32 mujeres y a 8 hombres. Al igual que Claudia ellos accedieron contar sus historias a las investigadoras y los contactaron directamente, o a través de programas institucionales. A todas estas personas les hicieron entrevistas en profundidad y encuestas etnográficas, además las investigadoras revisaron bibliografías y estadísticas acerca del tema. Lina quería saberlo todo. Claudia la miraba a los ojos con mucha seguridad, mientras satisfacía el deseo de información de su amiga. A pesar de la propiedad con la que hablaba, en algunos momentos del relato la mirada se le empañaba y su voz se extinguía. Claudia se hizo un legrado. El procedimiento no fue el adecuado y por poco pierde la vida. En Colombia el aborto es la segunda causa de muerte en mujeres embarazadas entre 20 y 29 años. Las connotaciones negativas que social y legalmente se le adjudican a la interrupción de un embarazo hacen parte de las personas. Es complicado deshacerse de la culpa y sobrellevar el duelo cuando se practica un aborto. Los procedimientos se realizan de forma clandestina, lejos de la mirada de los otros. Como un médium, Claudia repetía lo que había intercambiado en la investigación, “En muchos casos el miedo al qué dirán, la falta de madurez mental y física, y la desinformación sobre sexualidad y planificación familiar; son las principales causas que llevan a interrumpir la gestación. La investigación pretendía mirar en nuestras historias los significantes y significados, no sólo para la mujer, sino también para la pareja, sobre lo que era interrumpir un embarazo. Qué significaba en sí un embarazo y qué significa una interrupción. Después de recoger los relatos, las investigadoras analizaron las relaciones entre hombres y mujeres en una cultura donde los machos son los que mandan y cómo inciden en la decisión de interrumpir o no un embarazo”. Lina seguía atenta la explicación de su amiga. En algún lugar de su cuerpo se habían extraviado las naúseas, que desde hacía un mes la atormentaban. “Siempre se suele juzgar como infame, al menos en Sudamérica donde el aborto inducido es un delito, a una mujer que se provoca un legrado; ni siquiera la justicia se detiene a pensar acerca de la responsabilidad del progenitor en la interrupción del embarazo. Aunque su cuerpo no sea sido violentado, si lo es su paternidad. A pesar de que la responsabilidad de la pareja en la decisión de procrear ha sido promovida en programas de planificación amparados por organismos del gobierno, es olvidada en el momento que se produce una interrupción voluntaria del embarazo. Finalmente la gestación, termina siendo, para la sociedad y la ley, asunto de mujeres y por tanto son ellas a quienes se debe señalar, culpar y penalizar.” Conversaciones reveladoras “La investigación en Cali tuvo sus frutos en una serie de reportajes novelados, una cartilla y un Demo interactivo: La Decisión de procrear. En las historias de vida las investigadoras encontraron esa huella emocional que queda cuando se practica un aborto. Esas huellas que pueden llegar a consolidarse como valores emocionales de una persona. Se trataba, era que los relatos por sí solos, rescataran esos testimonios como un ejemplo para que la sociedad los conozca y cambie. Los reportajes exploran las vivencias que mujeres y hombres han tenido frente al aborto y buscan esa primera impresión frente al tema en cualquier momento de la vida. Además, pretenden mostrar a los jóvenes ciertos límites que deben respetar de acuerdo a los principios y valores establecidos por una comunidad, y que la procreación es una opción que implica compromiso consigo mismo, con el progenitor/a que se elige, con el ser que se procrea y con la sociedad. Claudia insistía en dejarle claro a Lina, el motivo por el cual se sentía culpable, aún sin haberlo hecho. ¿Por qué le importaba tanto lo que los demás podían pensar acerca de ella? “Rescatar las conversaciones que hablan de las marcas presentes en el imaginario y en los sentimientos de las personas según las investigadoras, es un ejercicio que permite dar cuenta del modo como incide la cultura en los procesos de socialización. Las ideologías religiosas y políticas que comparte una comunidad, fijan una posición desde la cual se rechazan o se validan las acciones de las personas” Claudia le ofrece un vaso con jugo a Lina y va hasta la pieza contigua. Regresa a la sala y trae una de las cartillas producto de la investigación. De nuevo se sienta cerca de Lina y lee uno de los textos. “ Era una pregunta que no se alcanzaba a hacer, pues era norma que las mujeres fueran resistentes y no todos sus dolores fueran consentidos. Fue inevitable, sus labios se resistieron estar fijos el uno del otro, y su angustia se liberó en quejidos involuntarios que rompieron el umbral de su resistencia. Todo se sabría. Su cuerpo sudaba al ritmo que sus entrañas sudaban. Todo se salía de las manos. El curandero de la comunidad no podía hacer más por ella.” Claudia se despide sin pronuciar el consejo directo que durante toda la conversación, Lina esperó. El adentrarse en el imaginario de las personas
que interrumpen voluntariamente su embarazo, conecta el tema con los elementos
patriarcales que culturalmente han marcado la mirada tradicional a través
de la cual se ha entendido el tema. Las huellas que deja esta acción
no válida, se hacen más o menos leves, según el grado
en que las personas han incorporado unos valores y principios sociales.
Antonio se lava las manos. El problema de dinero es solucionado. En un barrio de mala muerte. El pequeño aviso: “Centro Médico”, de una vieja ventana disimula sus favores. En una mesa de frente a la puerta, una mujer espera a las pacientes. Cuando una de las citas de la tarde está por perderse, llega una jovencita. En voz baja se dirige a la recepcionista: “yo soy la que...” y sin dejarla terminar, la hace seguir al cuarto contiguo. Junto a la Camilla destendida la espera un sujeto de rostro recio, que de inmediato le pide que se aliste para el procedimiento. A diferencia de esta joven, Lina nunca llega a la consulta.
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Lo invitamos a contactar a Nohra Caballero, Trabajadora Social, Especialista en Sistemas Familiares y Magíster en Comunicación y Diseño. Correo electrónico nocaball@univalle.edu.co Fue ella quien gentilmente nos sirvió como fuente para la elaboración del texto que usted acaba de leer. |
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