Agencia
Universitaria
de Periodismo Científico y Cultural |
Cali, Colombia
septiembre
de 2002
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Barreras que dan paso al progreso
Conservar el suelo puede ser buen negocio para productores de zonas de ladera
“Mucha gente le tiene ganas a mi finca”, dice orgulloso don José Balcué, “pero no la vendo”, advierte. Él, un curtido agricultor de 68 años, vive feliz en “La Camelia”, ubicada sobre una pronunciada pendiente que cae al río Cabuyal, en el municipio de Caldono, departamento del Cauca, al suroccidente de Colombia. Y vive feliz porque, pese a la difícil topografía, no hay erosión, el suelo no requiere de abonos químicos y ha mantenido una producción constante y variada para poder criar a sus seis hijos. “Esto era una loma brava”, recuerda, mientras señala los cultivos de café, plátano, cítricos y algunas hortalizas. Parte de su secreto radica en las barreras vivas, que frenan la erosión y además le dan paso a múltiples ventajas ecológicas y económicas. “Inicialmente, la adopción de esta tecnología fue limitada debido a la falta de interés de los agricultores para conservar el suelo sin recibir nada a cambio en el corto plazo; faltaba el incentivo económico para motivarlos”, explica Edmundo Barrios, líder del Proyecto de Suelos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT). Fue entonces cuando se desarrolló, como alternativa, el sistema de “barreras vivas de doble propósito”, con el objetivo de crear un estímulo económico a corto plazo para el agricultor que adoptara esta práctica de conservación de suelos, tan importante en las laderas. Las barreras vivas de doble propósito son hileras de plantas perennes que generan un producto comerciable, de crecimiento denso, sembradas en forma perpendicular a la pendiente, que minimizan el deslizamiento del suelo provocado por la lluvia y el viento. En su finca, don José mantiene 25 barreras de 120 metros cada una, sembradas de caña panelera (Saccharum officinarum), que no solamente retienen suelo y nutrientes, sino que lo abonan (por la considerable cantidad de biomasa que producen y por la que atrapan de otros cultivos) y, además, ofrecen alimento para su familia y para el ganado. De un tiempo para acá se está fabricando panela, que se vende en el mercado, y el bagazo se utiliza como combustible, evitando así talar los bosques para sacar leña.
Los investigadores quieren encontrar fórmulas que motiven a los agricultores a adoptar tecnologías sencillas para proteger los suelos frágiles y, de paso, generarles beneficios económicos. En esa dirección se han establecido nuevas alianzas entre expertos en manejo de suelos, investigación participativa y agroempresas rurales. Una de estas fórmulas tiene que ver con la identificación de maneras para procesar los productos de las barreras vivas de doble propósito, a fin de que esta tecnología sea claramente rentable. La ingeniera agroindustrial del Proyecto de Agroempresas Rurales del CIAT, Juliana Andrea Rizo, realizó un trabajo con productores de Caldono para crear una herramienta que les facilite la toma de decisiones. Su trabajo se basó en una investigación realizada por el zootecnista del proyecto IPRA del CIAT, Elías Claros, quien evaluó conjuntamente con los productores de la subcuenca del río Cabuyal, el uso y manejo de barreras vivas de doble propósito propuestas por el CIAT, habiéndose identificado la caña panelera como la preferida. Sin embargo, también se comprobó que su adopción -pese a los beneficios para el suelo- ha sido lenta, ya que la utilidad económica es mínima, debido al tipo de arreglo comercial que se ha dado tradicionalmente con las agroindustrias locales productoras de panela, conocidas como trapiches. Según ese arreglo, el productor debe llevar la caña hasta el trapiche, con la dificultad que eso representa por el gran volumen de biomasa; luego, como pago debe entregar la mitad de la panela que resulte, además de todo el bagazo (que se utiliza como combustible). Basándose en una metodología diseñada por el especialista en mercadeo del CIAT, Carlos Ostertag, conocida como “Manual de Identificación y Evaluación de Oportunidades de Mercado para Pequeños Productores Rurales”, la ingeniera Rizo elaboró unos modelos financieros para evaluar diferentes alternativas de procesamiento de la caña panelera en barreras vivas, analizando las ventajas y desventajas para los productores. Los resultados indican que la mejor apuesta para los agricultores es que formen sus propias empresas de procesamiento de caña de azúcar. Sin duda, el procesamiento podría hacerse más eficiente y rentable si estos grupos tuvieran la capacidad de hacer su propia investigación para solucionar problemas, así como tener acceso a información y otros servicios de apoyo. El CIAT y diversas organizaciones colaboradoras están desarrollando y probando enfoques para formar grupos de este tipo en el suroccidente de Colombia y en otras partes de América Latina. La enorme tarea que queda por delante es formar alianzas entre las organizaciones locales que estén comprometidas con repetir experiencias de personas como José Balcué, e interesadas en apoyar el desarrollo de agroempresas operadas por los agricultores. Él y otros miles de agricultores de las zonas de ladera están ansiosos por probar nuevas alternativas para mantener viva la tierra que les da el sustento a ellos y a sus familias.
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Lo invitamos a contactar a Edmundo Barrios (e.barrios@cgiar.org), Líder Proyecto de Suelos, CIAT, A.A. 6713, Cali, Colombia. Fax: +57 (2) 4450073. Fue él quien gentilmente nos sirvió como fuente para la elaboración del texto que usted acaba de leer. |
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