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Y el diablo ganó la batalla

Historiador de la Universidad del Valle plantea que la visión de Dios que tenían los misioneros franciscanos en la Nueva Granada no permitió que su proyecto evangelizador prosperara.

Diego Alejandro Guerrero Velasco
Agencia AUPEC
Septiembre de 2010

Misioneros franciscanos llegaron a América para construir aquí el Reino de Dios en la Tierra.


La evangelización no es un fenómeno reciente en el que los cultos y movimientos religiosos buscan difundir el mensaje cristiano. Ya en la Nueva Granada misioneros franciscanos habían llegado al territorio recién descubierto para construir con sus habitantes el Reino de Dios en la Tierra. Sin embargo, su proyecto fracasó.

Los misioneros franciscanos que llegaron a evangelizar el Nuevo Reino de Granada (1550 – 1630) tenían el propósito de establecer el Reino de Dios. Para ello era necesario expulsar al Diablo de las costumbres y tradiciones de los habitantes de este territorio, extirpando sus idolatrías.

La investigación “Dialéctica de las Utopías, del no lugar al lugar perfecto en el imaginario franciscano en Nueva Granada, 1550 – 1630” de Antonio José Echeverry Pérez, docente del Departamento de Historia de la Universidad del Valle, busca exponer el por qué no triunfó en el proyecto evangelizador de los franciscanos que llegaron a Santa Fe de Bogotá en el siglo XVI.

El proyecto indaga sobre la mentalidad con la que llegaron los misioneros, y su propósito en el Nuevo Reino de Granada. Para el profesor Echeverry Pérez es claro que los conquistadores buscan honor y riqueza, cosas que no buscaban los franciscanos, quienes promulgaban una vida de ascetismo y de pobreza.

Pese al proceso de evangelización, el Diablo es el motivo principal de festividades como el Carnaval de Río Sucio - Caldas.

El territorio descubierto era encantador a los ojos de los recién llegados. Las estaciones, el paisaje, los nativos y su forma de vida, todo remitía al paraíso terrenal prometido de las escrituras bíblicas; de ahí surgió el mito del “Buen Salvaje”. Fray Bartolomé de las Casas se refiere así a las nativas: “con algunas raras excepciones, todas estas Indias sin las más templadas, las más sanas, las más fértiles, las más felices, alegres y graciosas”.

Sin embargo, con el avance del proceso de conquista el idilio fue desapareciendo. Las prácticas caníbales de algunas tribus, el desnudismo y la adoración de animales fueron calificadas como prácticas diabólicas. Los nativos dejaron de ser los nobles salvajes para ser viciosos, embusteros, holgazanes, libidinosos y sodomitas.

Los cristianos del siglo XVI vieron el Nuevo Mundo como una gran “Ciudad del Diablo”, un territorio donde la antítesis de Dios reinaba como dueño absoluto. Por tal motivo, expulsar al Diablo y eliminar las prácticas idolatras facilitaría la construcción del Reino. Por su desconocimiento del cristianismo, los antepasados indígenas, según los misioneros, eran entidades dominadas por fuerzas demoníacas, y por tal motivo, serían castigados en el infierno.

Prueba de esto es un fragmento del primer volumen de“Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las indias occidentales” de Fray Pedro Simón: “la mayor dificultad que ahora se halla para introducirles la verdad evangélica, y en que más tiempo se gasta, es en arrancar estas diabólicas persuasiones del demonio para plantarles después las verdades evangélicas”.

Para el profesor Antonio Echeverry el proceso de extirpación de idolatrías en la conquista de América fue complejo, radical y sanguinario.

Los franciscanos promovían las ascesis y la humillación como camino hacia Dios, de esta manera, injusticias, epidemias, terremotos, explotación colonial, el descontento y la represión sexual se debían aceptar para la salvación espiritual. Contrario a ese modo de vida se encontraba el otro camino, el del “Diablo”. Hablaba en chibcha, quechua o náhuatl, hacía el amor con las mujeres, prometía salud, riqueza, prosperidad y abundantes cosechas, anunciaba que la evangelización traería hambre y muerte. Se veía a Dios como el poder de la muerte y la resignación y el Diablo como principio de vida, curador de enfermedades.

El proceso de extirpación de la idolatría fue complejo, radical, y sanguinario, menciona el profesor Echeverry. Se destruyeron templos e ídolos indígenas, se desenterraron guacas para evitar que fueran centro de referencia. A pesar de la contradicción, los misioneros lo vieron como necesario para la sanación.

A pesar de su conversión, los indígenas encontraron mecanismos de resistencia para no olvidar sus costumbres, se convierten al catolicismo impuesto y adoptan con mayor radicalidad los elementos cercanos a sus ritos, por ejemplo el culto a los muertos, a las imágenes. Aún así, mantuvieron su idolatría. “Está demostrado que detrás del altar de cada santo estaba escondido un ídolo”, aclara el historiador.

Esta resistencia se entiende si se considera que en la mentalidad indígena no existía el dualismo del cristianismo, bueno y malo; positivo y negativo. Para ellos, el Diablo nunca tuvo la connotación maligna que tuvo para el católico español, por eso fue asociado a las fiestas, el sexo y al baile, elementos que le gustaban a la población. Los aborígenes, aún siendo cristianos, siguieron con sus ídolos.

Por tal motivo, el profesor Echeverry plantea que el proyecto de extirpación de las idolatrías fracasó. En América se construyó un cristianismo más flexible, que no entra en contradicción con otras prácticas, fruto de una resistencia de muchos años y que se ha alimentado de la idiosincrasia de esta región. Actualmente, el Diablo sigue siendo el gran animador de la vida, protagonista de carnavales. La fiesta, el sexo y las borracheras se imponen sobre las prácticas que los misioneros franciscanos quisieron imponer en su primera evangelización.

¿Necesita más información acerca de este artículo?
Lo invitamos a contactar al profesor.Antonio José Echeverry Pérez del Departamento de Historia de la Universidad del Valle.

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